ROSTRE RECORDAT
El año 1964 Boix pintaba Lina, un óleo pequeño en el
que, utilizando un lenguaje en el cual domina el claroscuro,
una niña miraba unos objetos sobre una mesa: un
quinqué apagado y desmontado y una rama de almendro
de la cual todavía salen algunas ramitas con flores. Con
Rostre recordat (2002), Boix revisita aquella pintura inicial
y, además de sobredimensionarla, para que gane en
espectacularidad, le da la vuelta por completo, al menos
por lo que respecta a la disposición del personaje. De
hecho, la niña, que estaba situada a la izquierda en el cuadro
primigenio, pasa ahora al lado derecho. Pero el resto
de la composición prácticamente desaparece. Así, la sensación
truculenta que tenía el primer óleo casi se pierde,
teniendo en cuenta que una gran mancha de pintura blanca —del dibujo de la pintura blanca— ocupa un primer plano
que llena la mitad del cuadro. Su movimiento rotatorio
contribuirá a remarcar que la disposición de los elementos
figurativos de la composición han variado su situación,
respecto a la versión anterior.
Por otra parte, mientras que el óleo de 1964 presentaba
un fondo claro en que se recortaban los objetos y la
figura de la niña, en Rostre recordat sólo mantiene aquella
coloración el espacio que rodea la figura infantil. El resto
del fondo se ha oscurecido, hasta llegar a fundirse casi por
completo con parte de los objetos que hay sobre una mesa
apenas insinuada. Seguramente, Boix, en esta revisión de
un tema propio, quiere acentuar su recuerdo del rostro
humano concreto, y no de las metáforas que se presentaban
encima de la mesa primera —circunstanciales—, y por
eso mismo las elimina. Estas dos pinturas las tenemos que
conectar con Lina (1962), otro óleo en el cual, aunque no
aparece el personaje retratado —en el cuadro sólo se ve
un paisaje arquitectónico nocturno—, hay una referencia
implícita a través de un grafitti en el que leemos Lina 1862
y que añade, a la serie, una incógnita más.