icent J. Escartí
LLOTGETA DE DALT I LLOTGETA DE BAIX
De toda la exposición sobre el juego de pelota (El punt
dins el moviment [El punto dentro del movimiento], 1992),
este lienzo de 1991 es, seguramente, uno de los más enigmáticos.
No tanto por el tema, sino por la técnica usada,
que confiere a la composición una especie de veladura
irreal que hace la escena lejana al espectador. Así, en el
cuadro se muestra un momento de la partida de pelota,
que solamente se insinúa, sobre un fondo que viene configurado
por el palco de arriba y el de abajo del trinquete,
dos espacios que, recortados perfectamente por líneas
limpias —las paredes—, se hacen más visibles en la medida
que son plenamente delimitados por la presencia de
unos personajes que, resueltos con pinceladas sueltas en azul
violáceo —excepto algún punto de luz, en naranja, y alguna
mancha verdosa—, y alejados del realismo, parecen
encontrarse inmersos en un mundo particular.
El jugador de pelota, a pesar de ser el centro de atención
de los que habitan el cuadro, no pasa de ser un dibujo
de líneas imprecisas y se encuentra intencionadamente
desplazado al ángulo inferior izquierdo. El espacio central
lo ocupa el público, así como la parte superior, que acaba
sugiriendo una especie de nube de difícil descripción: el
público que se agita, en los dos espacios, atento a la partida,
parece estar en ebullición. Y los personajes, rodeados
por la atmósfera creada, nos hacen sentir dentro de aquel
mismo espacio tridimensional real que los artistas tienen
que simular utilizando el recurso de la perspectiva.
Boix, todavía para hacer más ilusoria la visión de aquella
escena narrada de manera tan ágil, recurre a un artificio
más y fija en el lienzo, como si fuera una especie de filtro,
una tela que, por la separación entre los hilos de urdimbre
y los de trama, deja ver el relato pero aportando una evidente
calidad a la luz, que acentúa la sensación fantasmagórica,
a la cual se incorporan las texturas que se pueden
descubrir entre las dos telas sobrepuestas.