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APROXIMACIONES A LA OBRA DE MANUEL BOIX (1991-2003)
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icent J. Escartí
A manera de apéndice: la ocupación del espacio urbano
Si hasta este punto he hablado de lo que he podido agrupar
en torno a diversas exposiciones o ejes temáticos fácilmente
identificables, la verdad es que la actividad de Boix
no ha sido únicamente ésta que yo ahora he ofrecido, ni
mucho menos. De hecho, los espacios de creación de Boix
transcienden el campo meramente puntual, anecdótico y
circunstancial del acontecimiento que podemos calificar de “muestra” o exposición. La creación de Boix es continuada,
y son numerosas las pinturas que va generando, en el intermedio,
entre una exposición y otra, y que habrá que tener
en cuenta para futuras aportaciones al estudio de la obra de
Boix, ya que en aquellos lienzos a menudo hay una interpretación
diversa de los mismos motivos que encontraremos
en las exposiciones, o unas variantes de temas ya trabajados
por él o, a veces, los ensayos de lo que será un nuevo
camino suyo o tema. En cualquier caso, las interrelaciones
entre la obra que podríamos calificar de “suelta” y aquella
otra que aparece a la vista del espectador en grupos o bajo
la especie de exposición, es toda otra línea en la cual no
entraré, pero que quería, por lo menos, apuntar aquí.
De una naturaleza semejante podríamos calificar su obra
destinada a los espacios públicos. Pero, sólo “semejante”. De
hecho, las diferencias son bien marcadas, y es por eso que el
tratamiento que le otorgo es también diverso. En este sentido,
mientras la producción pictórica continuada acaba
mayoritariamente en espacios íntimos o privados —hasta
incluso en organismos públicos, por ejemplo—, las intervenciones
de Boix en espacios ciudadanos tiene un carácter
absolutamente público y, por tanto, su obra pasa a permanecer,
así, en una especie de exposición permanente, a la
vista de unos espectadores continuados, talmente como si
se tratase de cualquier muestra en una sala de arte o galería.
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Es por eso que conviene ahora citar, aunque sea de paso,
dos de los proyectos de urbanización en los que interviene
Manuel Boix. Ambos se llevan a cabo en 1994 y en la ciudad
de Gandia, dentro de una campaña de remodelación
urbanística de una ciudad tan pendiente de la imagen —ya
que es una ciudad turística— como es la capital de la Safor.
Me refiero a la Plaça del rei en Jaume (Plaza del rey D. Jaime),
cuyo diseño es de Boix, y al Parc de l’Est (Parque del
Este). En estos dos escenarios, la mano de Boix se dejará
sentir tanto en la concepción del espacio como en la utilización
de unos “paisajes” concretos y un determinado “mobiliario”,
que remite, a veces, a ámbitos que ya habían sido
generados por el artista en obras suyas de ilustración, por
ejemplo. No obstante, hay que decir que en ninguno de los
dos sitios aparecerán esculturas de Boix, mientras que en el
primero de los espacios diseñados por Boix encontramos
unas esculturas de Heras, de marcado regusto infantil, y de
acuerdo, pues, con el concepto de plaza-espacio de esparcimiento,
con especial atención a la presencia de los niños. |
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Pero donde realmente Boix interviene de manera destacada,
rediseñando un espacio, en parte, y creando un elemento
nuevo de dimensiones considerables, que va más allá
del concepto clásico de escultura, es en el Monument, de la
plaza de la Corte, en Albalat de la Ribera (1995). En la plaza
mayor de esta localidad de la Ribera, Boix edifica lo que
podríamos calificar de “fuente” —pues es un surtidor de
agua—, aunque la estructura de la cual recuerda más un
espacio lúdico para niños. Construida en espiral, una estructura
de obra de ladrillos se ve completada por una serie de
niños de bronce que juegan, situados en diversos lugares del
edificio de Boix. El conjunto, ni que decir tiene, recuerda
claramente otras creaciones boixianas centradas en los niños,
pero presenta como novedad en su producción el hecho
que se trata de una combinación de construcción de
ladrillo de barro obrado y bronce. Los niños, por otra parte,
de dibujo clásico y en actitud de juego, son unas piezas claramente
remarcables en la producción de Boix y recuerdan,
en concepto, el mundo de los equilibristas de Otó.
Como consecuencia, en parte, de la itinerancia de la
muestra El punt dins el moviment, Boix acaba por situar, entre
1993 y 1995, algunas de aquellas piezas en lugares
emblemáticos valencianos. Así, encontramos el tándem
Seqüència (Secuencia) ubicado en las logias de los bajos del
edificio Bancaja de Pintor Sorolla, en la ciudad de Valencia;
y Boix sitúa un Narcís de bronce en la calle Caballeros,
de Castellón de la Plana, mientras que el espectacular
Arc Daurat (Arco Dorado) lo encontramos en el Bellveret,
a los mismos pies del castillo de Xàtiva, convirtiendo aquella
obra, como el propio castillo, en punto de referencia
emblemática de una de las ciudades más bellas de nuestras
tierras. También hay que decir que el Escorç (Escorzo), de
hierro y piedra caliza, ha sido recientemente adquirido por
la Universidad Politécnica de Valencia (2003).
Fuera ya de estos ámbitos, y más en la línea de lo que
podríamos entender como monumentos o esculturas de
características más o menos “normales”, podemos hablar del
Monument a González-Byass (Monumento a González-Byass), de dimensiones formidables, naturalista, y en bronce,
situado justamente al lado de la antigua colegiata de Jerez
de la Frontera —y actual catedral—, en Cádiz (1997), y el
Sant Jordi (San Jorge), en Banyeres de Mariola (2002), que,
también de proporciones colosales y con un basamento que
recuerda el de los Borja de Gandia, ha sido instalado hace
poco en un espacio que ha estado a cargo del arquitecto
Josep Picó y donde Boix lo ha acompañado en el diseño,
haciendo que la figura del santo guerrero matando al dragón
—con regusto clásico y ajustado el tema épico tratado—,
se recorte en el cielo de este pueblo. Y aún, dentro de
las mismas coordenadas habríamos de situar el conjunto Els
Borja a Gandia (Los Borja en Gandia), ubicados en un espacio
privilegiado, delante de la antigua Universidad de la capital
de la Safor, a pesar de que una serie de características concretas
ya vistas más arriba los singularizan de forma especial.
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Una experiencia aparte viene representada por el
Monument als maulets (Momumento a los “maulets”), una
escultura de bronce y hierro, de 300x370, situada en Vilareal
(1998). Si la he dejado para el final es porque, al lado de
la pieza El fet químic (El hecho químico), de hierro, con casi
12 metros de altura, y que se ubica en el campus de Burjassot
de la Universidad de Valencia (1995), son dos de las intervenciones
de Boix en espacios urbanos que seguramente
destacan más por su modernidad. En la segunda, Boix genera
una escultura a partir de la reproducción a gran tamaño
de una molécula del ADN, y la sitúa en un espacio
ajardinado y con la presencia del agua, que ayuda a rebajar
el tono “científico” del objeto, convirtiéndolo, casi imperceptiblemente,
en una representación hasta cierto punto
poética. En el Monument als maulets, Boix se permite, si cabe,
una cierta ironía: si en las planchas de hierro podemos encontrar
una imagen antigua de Vila-real, quiero señalar que,
paradójicamente, aquella visión de la población de la Plana
proviene de un libro de Martí de Viciana, el cual vale la pena
comentar que fue un encarnizado antiagermanado. Pero, más
allá de la anécdota —la imagen selecta de un noble historiógrafo
se convierte en símbolo y epitafio para los antiborbónicos
de la Guerra de Sucesión—, lo que destaca es la
magistral concepción del espacio y la perfecta integración
en el entorno que ha llevado a cabo Boix en esta pieza.
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En cualquier caso, y a partir del brevísimo recorrido que
he propuesto, por lo que se refiere a la intervención urbanística
de Boix, bien a través de proyectos de diseño, bien a
través de la implantación de obra escultórica en las plazas o
calles, lo que quería remarcar es cómo Boix se ajusta siempre
a la perfección en el entorno que redibuja o ayuda a
dibujar, con sus piezas. Así, los alrededores del lugar donde
Boix pone la mano no se ven alterados de manera traumática
y, al mismo tiempo, su aspecto final cambia substancialmente,
después de su paso. Su presencia —la de su obra— contiene
una “historia”, y el objeto artístico de Boix nos transporta a
una literatura, a una poética, a una estética muy concretas
que, como hemos visto, siempre son plenamente personales.
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