CUANDO SE ANALIZA LA OBRA COMPLETA DE MANUEL BOIX SE llega a la conclusión de que sus múltiples facetas de artista forman parte de un todo, que constituye, en esencia, la personalidad poliédrica de este pintor, escultor, grafista, cartelista e ilustrador, nacido en L´Alcúdia, en 1942, quien en la década de los sesenta fue uno de los introductores del Nuevo Realismo, aunque su imaginación desbordó pronto estos límites para adentrarse en el pop-art y crear después con diversos materiales estéticos un mundo propio indivisible, pero mucho más amplio. Manuel Boix es un artista proteico. Su capacidad creativa tiene muchas derivaciones, aunque todas nacen de un único impulso que arroja la misma calidad de lava.

A lo largo de una biografía muy fecunda su extensa labor gráfica e impresa ha pasado por distintas etapas, pero en ella siempre hay una huella digital propia de su carácter, que no contradice su imagen fundamental de artista plástico. En sus cómics irónicos de aire espacial, en sus figuraciones de un subconsciente freudiano o metafísico que han sido tantas veces portadas en El Viejo Topo, en la revista de literatura Quimera y en otras muchas elucubraciones de su mente, Manuel Boix ha alternado en sus dibujos de tinta china y acuarela pájaros y libélulas, cabezas de filósofos, sueños, rascacielos, ciudades desiertas, sótanos, distintas floras y faunas, esferas siderales, vísceras y extrañas alimañas, sin que ningún cuerpo celeste ni araña hayan sido ajenos a su espíritu en la construcción de un mundo gráfico de su exclusiva propiedad. En sus ilustraciones hay a veces un resplandor psicodélico y lisérgico de la realidad y otras una visión crítica y ácida de la vida, siempre imaginativa y actual.
Manuel Boix es un grafista de primera magnitud que ha estado presente allí donde, en la segunda mitad del siglo XX, estuvo la modernidad, desde la portada de La Codorniz con unos dibujos de estética decó, elegantes y mundanos, hasta las páginas de La Vanguardia o del New York Times, con sus viñetas conceptuales, simbólicas y metaliterarias. La exposición que recoge estos trabajos de Manuel Boix sorprenderá al espectador por la capacidad extraordinaria de este artista para captar y sintetizar la sensibilidad que definió -y define- un tiempo y un espacio determinado.
Más allá del ilustrador de libros clásicos de primer orden, como El Quijote y Tirant lo Blanc, personalmente me seduce de este artista su presencia en la prensa diaria, en semanarios y revistas donde ha impuesto un método inteligente de expresar la realidad más profunda con unos trazos sencillos. ¿Dónde no ha estado Manuel Boix? Sus trabajos para la prensa son ejemplo de un estado de ánimo siempre alerta. Estar pendiente de la noticia de cada día, tener que inmiscuirse en el tejido de pequeñas pasiones cotidianas que imperan en la vida impone la obligación de tener el arco de su espíritu siempre tenso.
El lenguaje gestual, poético y fantástico es lo que define al grafismo de Manuel Boix, unas veces directo y otras alegórico, siempre elegante. Con una capacidad expresiva extraordinaria este artista ha llevado la ilustración de la prensa escrita a unos frente a su trabajo de pintor y escultor. Sus dibujos y viñetas, sus montajes para las portadas de las revistas están llenos de plasticidad, lo que demuestra que Manuel Boix en su trabajo de creación no distingue géneros a la hora de liberar la lava. Por eso mismo su obra gráfica e impresa ha entrado de lleno en el mundo del arte.