ALGUNOS DATOS PARA SITUAR
LA PINTURA DE MANUEL BOIX
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osep Palàcios
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Manuel Boix ha nacido en l’Alcúdia (la Ribera Alta),
en 1942. Alrededor del 60, por relaciones comunes, conoció
a Alfons Roig, quien convenció a su familia para que
lo dejasen estudiar. De 1961 a 1966, asistió a la Academia
de Bellas Artes de San Carlos, de Valencia. Durante estos
años de aprendizaje, simultaneó con los ejercicios escolares
el cultivo del pop-art más atrevido, que era la moda del
momento. Una de las obras características de esta etapa, y
ya de una cierta ambición, es Ferros damunt la taula (Hierros
sobre la mesa), con la cual concursa al IX Saló de Tardor
(1963). Desde 1962, Boix ya había comenzado a exponer,
en personales y en colectivas. Las que en 1964 hizo en ARS,
de Moncada, y en Martínez Medina, de Valencia —impulsada ésta por el pintor y catedrático Joaquín Michavila—,
son referencias a tener en cuenta. La última de las mencionadas
tendrá, además, efectos transcendentales a la larga, por cuestiones
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que desde el punto de vista artístico han
de ser consideradas más bien como de propina. Allí entró
en contacto con personajes que, como Joan Fuster, Vicent
Ventura o Raimon, conseguirán una gran proyección cívica,
en una línea muy concreta. Eran momentos en que
comenzaba a perfilarse la recuperación nacional del País
Valencià, y aquella circunstancia determinará en el pintor
una toma de partido, que, a su vez, repercutirá de manera
decisiva en muchos de los trabajos que emprenderá en el
futuro. También en este 1964, significativo por tantos conceptos,
presenta en el V Saló Internacional de Març, de
Valencia, con sus compañeros de estudios Armengol y
Heras, la obra Trilogia monoteista, de la cual cada uno de ellos
había pintado una pieza. La compenetración de los tres, a
la hora de enfocar una empresa común, pero sin que ello
suponga en absoluto supeditaciones ni servilismos, tiene en
este tríptico un exponente memorable. Su funcionamiento
al mismo tiempo solidario y libre —referencia conjunta, que les ha hecho tener que soportar etiquetas que no
les encajaban a los tres, al menos no en igual medida; trabajo
por separado, pero sin ignorarse los unos a los otros,
sino enriqueciéndose con la experiencia o el consejo del
compañero; salas de exposiciones con frecuencia compartidas—,
ha dado felices resultados hasta hoy mismo. La
exposición que el 1966 hicieron en la Gallery Bique, de
Madrid, primera salida al exterior, se montó a base de obra
de este período, y en cierta manera lo liquida.
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