MANUEL BOIX

 

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MANUEL BOIX Y LA MULTIPLICIDAD DE SU OBRA IMPRESA

 

 

bel Guarinos

Desde siempre había tenido la impresión que la obra del Manuel Boix como ilustrador de libros y cartelista tenía una vastedad más que considerable. Pero ahora me he dado cuenta que su obra impresa o reproducida es inabarcable: casi un centenar de libros ilustrados y más de doscientos carteles. Y esta cifra de materiales podríamos ampliarla en otra ocasión si añadiésemos las portadas de discos, de libros, de revistas, las postales... y incluso algún que otro rompecabezas.

 

 

 

 

 

Es posible que su obra pictórica y escultórica haya eclipsado la atención y los comentarios de crítica y de público hacia su faceta de ilustrador, en la cual, por cierto, mantiene la misma singularidad. La repercusión de sus grabados del Tirant lo Blanc y el hecho de haber recibido —en 1980— el Premio Nacional de Artes Plásticas por la obra gráfica, son dos excepciones a la norma. Nada más finalizar los estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos, en 1966, ya recibió el primer encargo de la editorial Doncel de Madrid y, a continuación, vinieron otras propuestas, entre les cuales destaca el libro para niños Yo soy el fuego (1970) de Ediciones Altea, traducido después al catalán (Sóc el foc), al euskara (Sua naiz), al francés (Je suis le feu), al inglés —en dos versiones, canadiense y anglosajona— (I’m the fire), al italiano (Io sono il fuoco) y al portugués (Eu son o lume). Del mismo año es la carpeta Lligat i lacrat (Ligado y lacrado), sobre textos de Joan Fuster.

En 1974, el libro Veles i vents (Velas y vientos) le da la oportunidad de ilustrar en un mismo opúsculo textos de Joan Fuster, Vicent Andrés Estellés, Enric Soler i Godes, Joan Brossa, López Chavarri, Joan Maragall, Martínez Ferrando, Salvat-Papasseit, Sanchis Guarner, Teodor Llorente, J. Mª de Sagarra, Josep Palàcios, Carles Salvador, Ovidi Montllor, Joanot Martorell y Ausiàs March. Veles i vents repone en parte Un món per a infants (Un mundo para niños), el primer libro con intención didáctica de nuestra literatura que coordinó Joan Fuster y que, poco después, redistribuyó y amplió Ferran Zurriaga. Los dibujos de Veles i vents están hechos a una sola tinta y todavía desprenden su gusto por el pop-art, sobre todo en las tramas de puntos y en la utilización de las viñetas de cómic, como pasa también en el Llibre d’anar anant (Libro de ir andando, 1982), de Empar de Lanuza, también ilustrado por Boix.

En estos dibujos ya encontramos indicios de lo que será su imaginería posterior y de lo que está haciendo sobre lienzo. Recordemos la paloma del óleo Pegunta, les caderneres (Pegunta, los jilgueros) del Arc del Triomf (Arco del Triunfo), i el aguafuerte Ocells (Pájaros). y los mismos pájaros son una de las primeras apuestas por el lujo bibliófilo y por las calidades estética y literaria de gran cantidad de libros“A la Ribera del Xúquer” que ilustra, diseña y edita con el escritor Josep Palàcios.

En “A la Ribera del Xúquer”, el artista plástico y—ahora también— tipógrafo y editor se convierte en narrador o escritor; y el escritor —también editor, tipógrafo y diseñador de libros— se convierte en pintor o ilustrador. Todo un juego en el que se someten desde 1978 y que les ha hecho trabajar conjuntamente en más de una treintena de libros, incluyendo desde la edición bibliófila del Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana a un par de opúsculos propagandísticos de las señas de identidad valencianas, 25 d’abril, Dia de les Llibertats del País Valencia (25 de abril, Día de las Libertades del País Valenciano) y El Dia Nacional del País Valencià (El Día Nacional del País Valenciano), donde Boix pinta a una tinta una serie de personajes entre los cuales incluye un niño y una cigüeña que se repetirán en diversos libros y carteles, como en el último gran cómic de ambos (50 cm. x 34’5 cm.): hiverN/vOl/rEvol/eStiu (invierNo/vUelo/rEvuelo/veRano), ahora con la colaboración de Empar Nogales.

No obstante, la mayor parte de los libros “A la Ribera del Xúquer” tienen su origen en la obra pictórica y escultórica de Boix porque son el catálogo sui generis de la exposición que corresponda: Alfabet (Alfabeto), El punt dins el moviment (El punto dentro del movimiento), Otó (Otón), 33 cops de daus (Treinta y tres golpes de dados), El rostre... (El rostro...). Pero en otras ocasiones el punto inicial es un texto del escritor suecano que se ilustra con obra hecha a propósito por el artista alcudiano: Devastació de Ticromart (Devastación de Tricomart), Les quatre estacions (Las cuatro estaciones), La línea de la mar. (La línea del mar). Con este tándem bibliómano toda la casuística editorial es posible y sabemos que han llegado a hacer una tirada de un único libro; y que incluso tienen hecho el libro que nunca se ha impreso, ni se imprimirá, ilustrado con dibujos a grafito: Cucanya (Cucaña); y que en un mismo año, el 1981, son capaces de hacer tres joyas literario- plásticas —Ocells, miralls (Pájaros, espejos), Devastació de Ticromart (Devastación de Tricomart) y Escrit i gravat (Escrito y grabado), éste en compañía— y una perla de crítica plástica —Tres assaigs sobre Manuel Boix (Tres ensayos sobre Manuel Boix), con textos de V. Aguilera Cerni, J. Fuster y J. Palàcios ilustrados con obras de Boix de 1962 al 1981.

Suelen ser libros de gran formato (35 x 25 cm.), de gran belleza formal, valorados por los impresores y por los bibliólfilos de todo el estado español, de tiradas numeradas y con excelsos colofones que, si te los acercas al oído, desprenden sintonías de Schubert, Bach, Biber, Monteverdi, Gesualdo, Beethoven, Marais... y, más lejos, Vivaldi. Si aún no los conocéis, probad, por ejemplo, con El rostre. Les meues veus contra mi mateix (El rostro. Mis voces contra mí mismo, 2002), que puede considerarse uno de sus libros mejor impresos.

Como se constata con un plano geográfico en la mano, las Riberas Baja y Alta del Júcar se unen por un par de proyectos de bibliofilia: el ya aludido y el que induce a la mayor edición ilustrada y cuidada que no se haya visto jamás en nuestra lengua: el Tirant lo Blanc de Edicions A la Tercera Branca. Una empresa cuyo nombre nos quería hacer ver que el País Valenciano es una parte de todo un ámbito lingüístico y que fue creada exclusivamente para llevar a buen puerto esta edición. El triunfo artístico del Tirant fue absoluto: por primera vez la calidad de las ilustraciones estaba a la misma altura que el texto de Joanot Martorell. Los ocho medallones a color y los cuarenta y ocho grabados que ilustran la obra, algunos de grandes proporciones —un metro de largo—, propiciarán una exposición monográfica itinerante. El conjunto del trabajo, impreso en cuatro volúmenes en gran folio, hizo que se escribiera mucho sobre la edición —incluso llegó a publicarse un libro en inglés sobre la historia del texto y sus características concretas. Entre otras cosas, los valencianos comenzábamos a ver la Valencia tardomedieval, ya renacentista, que Boix dibuja.

 

 

 

 

Aquí el Boix grabador nos presenta una obra de características muy singulares y que podríamos calificar de grabado total, parodiando el término novela total que Vargas Llosa aplicaba al Tirant lo Blanc, no una novela de caballerías, o fantástica, o histórica, o militar, o social, o erótica, o psicológica... Todo eso junto y nada exclusivamente; o todo eso y más cosas.

 

 

Como el primero de los volúmenes aparece en julio de 1979 y el cuarto y último en octubre de 1986, los grabados recogen imágenes de sus cuadros a carboncillo y óleo: el mero de los aguafuertes del primer volumen deja entrever el óleo Versió femenina (Versión femenina), que quedará sempiternamente en el universo boixiano. En otros casos se simultanean cronológicamente un motivo o una idea en las dos técnicas diferentes y para ambos formatos con la serie Deu imatges sobre les Germanies (Diez imágenes sobre las Germanías). Los grabados del Tirant se han paseado por casi todas las comarcas valencianas y mucho más allá, se han reproducido en docenas de revistas y publicaciones, y una quincena han servido para ilustrar, ahora en impresión offset, una versión reducida del Tirant destinada —sobre todo— a público adolescente, la cual ya va por la cuarenta y una edición.

En la configuración de la visión colectiva —estilizada, bella y limpia— del final de la Edad Media a que antes aludíamos también ha colaborado el Boix acuarelista y dibujante que ilustra los cuentos El pardalet sabut y el rei descregut (El pajarito sabio y el rey descreído), de Josep Palomero (1982), Vent de juliol (Viento de julio), del erudito y novelista Vicent Josep Escartí (1998), y las 56 coloristas y minuciosas acuarelas para la adaptación del Tirant lo Blanc a cargo de Maria Aurèlia Capmany (1989).

Algunas de estas obras ya han dado la vuelta al mundo por la perfección técnica, siguiendo su línea miniaturista y detallista. Es éste el Boix que conecta con el Boix escenógrafo de, por ejemplo, Quatre històries d’amor per a la reina Germana (Cuatro historias de amor para la reina Germana), de Manuel Molins, en producción del Grup 49, o de La Mandràgora, de Maquiavelo, producida por el Centre Dramàtic de la Generalitat Valenciana y con la cual obtuvo el Premio a la mejor escenografía en los Premios de las Artes Escénicas del año 1995. También se perfila en estos dibujos el Boix figurinista que refleja el libro
Capitania cristiana Cids, con el diseño del vestuario para más de 70 personas y para un gran grupo de caballos, en 1998.

Y, para cerrar este capítulo, no podemos olvidar el Boix cartelista: Lluís de Santàngel (Luís de Santángel), Els Borja, valencians universals (Los Borja, valencianos universales), L’Alcúdia: 750 anys, Any del Tirant (L’Alcúdia: 750 años, Año del Tirant) y un largo etcétera; ni el Boix escultor de los cinco Borja de la plaza de las Escuelas Pías de Gandia, que, como maqueta, fueron el leit-motiv y los elementos fotografiados porÀlvar Ruiz en el libro Els Borja, valencians universals (1992).

Los años ochenta y noventa también fueron muy fructíferos en lo que se refiere a la ilustración de libros infantiles o para adultos que no tengan nada que ver con la Valencia del XV. Desde el imaginativo y didáctico Les faldilles de l’àvia (Las faldas de la abuela, 1981) —traducido posteriormente al castellano—, al Cançoner del duc de Calàbria (Cancionero del duque de Calabria, 1984), de Vicent Andrés Estellés, con sensuales acuarelas que recuerdan la pornografía del cuadro Mart i Venus (Marte y Venus), pasando por el original libroacordeón La serp, el riu (La serpiente, el río, 1986), con texto de Palàcios, y finalizando con una serie de libros hechos durante el período en que vivió y trabajó en Nueva York (1987-1990).

El hecho que singulariza La serp, el riu respecto a todos los otros libros es la estructura del dibujo y del libro, ya que el primero de sus dos volúmenes consta de una única hoja que reúne articuladamente las treinta y cinco páginas de la obra. El segundo volumen recoge el texto de Palàcios, con una composición más tradicional para el espacio de las ilustraciones, reducidas y aisladas. Otra de las curiosidades del libro es que en las escamas del vertebrado hay frases incrustadas. Éste es un hecho anteriormente ensayado por Boix en alguno de los dibujos de Les faldilles de l’àvia (Las faldas de la abuela), pero que ahora llega a un punto extremo en la relación texto-dibujo.

La oportunidad de mezclar dibujo y tipografía (o dibujo y texto, o Boix y Palàcios) se ha repetido en otras ocasiones: carteles, portadas de discos o de libros y en el verso de la Cúpula de la Casa de Cultura de L’Alcúdia (2003). Como La serp, el riu (La serpiente, el río) es un trabajo de ilustrador y de escritor y en una ocasión tuve la osadía de preguntarles donde había sido el germen de la excelente idea. Boix culpabilizó a Palàcios y Palàcios a Boix. A partir de aquel momento comencé a entender sus trabajos a cuatro manos... en absoluta complicidad.

La presencia y el trabajo de Manuel Boix en Nueva York no rompió ninguno de los vínculos profesionales y personales con la gente de su tierra, pero sí propició un mayor conocimiento a nivel internacional de su obra. Entre los trabajos como ilustrador en este período, hay que destacar el cuidadísimo The magic well (1989), de Maida Silverman, y The Magic Box (1990), de Barbara Brenner. También son reseñables su participación en el libro infantil Guess What I’m Doing! (1990), encargado por la UNESCO a diversos artistas de todo el mundo para conmemorar el año internacional de la literatura, y los dibujos a carboncillo para La metamorfosi (La metamorfosis, 1989), de Franz Kafka.

 

Pero el encargo neoyorquino de mayor envergadura y compromiso fue la ilustración del Quixot (Quijote), de Cervantes, en versión inglesa y abreviada de Magda Bogin. Se trata de 47 acuarelas de distintos tamaños y con una cuidadosa atención a la significación de los rostros de los personajes. Las tonalidades azuladas —de oscuridad— y ocres —de plenitud del día— crean inquietantes dicotomías que perfectamente podrían convertirlas en cuadros en si mismas. A pesar de que retrata un ambiente al cual no nos tenía acostumbrados, el dibujante se revela en las perspectivas renacentistas, en la concreción, en el detallismo...

 

 

 

 

 

Al volver de Nueva York, Manuel Boix se embarca en grandes proyectos pictóricos y escultóricos y espacia más las ilustraciones de textos. Con todo, presenta Socrate (aparece en 1992), de Pierre Moessinger, para la editorial francesa La joie de lire. Un trabajo ambientado en la Grecia particular de Boix y en la misma línea colorista de la narración breve es La planta, de Fernando Lalana, incluida en el libro Els contes de la Nana Bunilda (Los cuentos de la Enana Bunilda), también de 1992. Y, un año después, aparece la ilustración del poemario Terra en la boca (Tierra en la boca), de Joan Fuster: nueve esculturitas creadas y fundidas ad hoc y fotografiadas —es el período de las series escultóricas Els equilibristes (Los equilibristas) y Otó (Otón), y del Boix cartelista que diseña el cartel Homenatge a Joan Fuster. Sueca (Homenaje a Joan Fuster. Sueca), y IV Mostra de Teatre Valencià a Alcoi (IV Muestra de Teatro Valenciano en Alcoy). Posteriormente, vendrán algunas colaboraciones en trabajos más íntimos —y no por ello menos cuidados— como los quince realistas dibujos a grafito para el libro Diàleg arran d’aigua (Diálogo a ras de agua), de Emili Tortosa, y, entre otros, las cuatro acuarelas para Benedicció (Bendición), de Josep Palàcios.

Finalmente, me gustaría añadir una faceta más a las ya esbozadas: la del Boix democratizador de la cultura. Desde el momento en que la obra de un artista está tan reproducida—y por lo que se refiere a la cartelística me atrevería a decir que multiplicada—, nos es muy fácil tener un Boix en nuestras casas, en forma de libro que ilustra o de portada de un C.D. o de un libro,... o de cartel pegado con chinchetas o perfectamente enmarcado. Sus cuadros impresos han sabido comunicar el mensaje para el que fueron encargados y conectar con amplísimos sectores de población. Son más de doscientos carteles y se hace difícil destacar alguno, pero como muestra de lo que decimos está bien no olvidarnos ahora del cartel que diseñó en 1986 para el Concurso de Piano “José Iturbi” (para entendernos: las dos alas de la paloma sobre las teclas de un piano) y que casi todos los años lo vuelven a imprimir el Ayuntamiento y la Diputación de Valencia con la única variación del número de la edición y del año; o los diversos carteles de Al Tall, pegados durante dècadas en los muros de nuestro país y en las habitaciones de nuestros adolescentes; o el significado València, capital de la República (1936- 1986)... y los míticos carteles de señeras, caballos y jinetes que simbolizan el álbum fotográfico de nuestra transición hacia la democracia y la autonomía.

Espero que tengáis la ocasión de disfrutar aún más de su imaginería plural y diversa pero claramente identificadora, de un estilo y de una técnica muy propias y de difícil etiquetación; y deseo que esta muestra —no exhaustiva pero sí representativa— haya sido una incitación a conocer una de las facetas plástico-literarias del humanista Manuel Boix —y también dibujante, pintor, escultor, cartelista, ilustrador, escenógrafo, diseñador de vestuario, tipógrafo y editor—, siempre “al lado de los libros”.

 

 

 

 

 

 

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